Profesor Felipe Rodiles Aldana

LOS TRES AMORES DEL DR RODILES

Por Paquita Armas Fonseca

Hablar de Felipe Rodiles es hacerlo de un hombre que tuvo tres amores en igualdad de condiciones: la cardiología, la revolución y su familia.

Nacido en Guantánamo el 4 de marzo de 1932, se graduó de médico a principios de los años 60 porque sus estudios se vieron interrumpidos por su quehacer revolucionario.

“Yo no sabía en lo que el andaba metido” dice Clara Luz Peñalver su viuda, que comenzó a compartir su vida en 1951 cuando se hicieron novios. “El estudiaba medicina y yo enfermería”, comenta esta mujer a la que aún se le quiebra la voz cuando habla de esa otra mitad que ya no tiene consigo.

“A raíz del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, tuvo que salir de Cuba cuenta Clara, y Fátima, una de las hijas del matrimonio, comenta que “Mi Papá me decía que no lo cogieron preso porque una de las huéspedes, amante de un policía de Batista, dijo que él no estaba en nada”.
Perseguido tuvo que salir hacia España, donde siguió la lucha, volvió en cuanto triunfó la Revolución. Entonces continuaría en su tierra la historia de entrega a las tareas patrióticas que había comenzado en el clandestinaje.

Cumplió misiones en el valle de Caujerí, en el hospital militar y también estuvo en los combates de Playa Girón y en la lucha contra bandidos. Y en ese fragor se hizo cirujano.

Integró junto a los doctores Noel González y Julio Taín, el grupo de fundadores de la Cirugía Cardiovascular en Cuba, y también está entre los que intervinieron la clínica Antonetti, hoy Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, ICCC. “Esa era su segunda casa”, afirma Clara.

Durante años se dedicó en ese centro a la operación de niñas y niños. Amaba ese quehacer quirúrgico, pero cuando se creo el cardiocentro William Soler, donde se operan del corazón a los menores, decidió quedarse en el Instituto “porque era su vida” comenta Clara.

Antes había ido a Angola, primero que las tropas de combate, fue a organizar los servicios médicos, estuvo un año, pero le consideraron cumplida la misión internacionalista por la envergadura del trabajo hecho y porque un cirujano cardiovascular debía estar interviniendo el músculo vital.

Aunque no comentaba en la casa los asuntos de trabajo, Rodiles reflejaba –al decir de Clara- todo el dolor que sentía cuando se le moría un paciente “No era fácil –dice ella- comunicarle a los padres que su hijo había muerto”.

No pocas deben ser las veces que tuvo que enfrentar esa difícil misión porque en los años 60 y 70 las muertes por ese tipo de cirugía, una de las más peligrosas que se realizan, eran comunes. Claro que se trataba de casos en los que resultaba tan riesgoso quedarse sin operar como operarse.

Por supuesto, Clara y Fátima conocen hoy decenas de hombres y mujeres que están vivos gracias a las manos del mulato guantanamero. “Hay un niño, narra Clara, que operado y estando bien no lo querían dejar estudiar medicina porque “estaba limitado” por su operación. Allá fue Felipe y explicó que el joven estaba apto para esa profesión, que lo dejaran estudiar. Luego, ya médico, al muchacho no le permitían hacer una misión en Gambia por la misma razón, y de nuevo Felipe tuvo que intervenir y nada, fue, hizo la misión completa y sin problema, regresó y sigue siendo médico”.

Para Fátima, ingeniera por profesión, su padre tuvo otro encanto singular “Era el papá de todas mis amigas. Cuando yo estudiaba en la Lenin, siempre había una muchachita consultándole algo. Y de las pacientes que operó siendo niñas, hay una, Judith, de la que casi me pongo celosa. Para ella mi padre era el suyo y tengo que agradecerle que cuando se enfermó no dejó de darle vueltas y preocuparse por él”.

El nieto Josué, que lleva ese nombre por el héroe santiaguero, tuvo también en Rodiles un ejemplo, pero en su caso con la benevolencia propia de los abuelos. “Mire, Usted, me dice Clara, tanto que Felipe quería que Josué fuera militante de la UJC y cuando le trajo el carnet ya estaba ido. No creo que se diera cuenta”.

Si para su familia y sus pacientes Rodiles es un ser especial, sus compañeros lo recuerdan también con respeto y cariño. Fundador del Partido, lo dirigió por un tiempo en el ICCC y allí contribuyó a la formación de otras hornadas de cirujanos, como la del Dr Ángel M. Paredes Cordero, actual Jefe del Departamento Cirugía Cardiovascular.

“A principios de los años 90, Felipe era el único cirujano del servicio alejado de la actividad quirúrgica. Nuestro inquieto, entusiasta y optimista profesor se encontraba limitado por sufrir de cataratas seniles” cuenta Paredes y agrega “Operado de ambos ojos y recuperado, en 1997 logramos reincorporarlo al quehacer quirúrgico. Tuve el privilegio de contar con su ayuda en la mayoría de las intervenciones realizadas, hasta su limitación física final. Siempre se caracterizó por su disciplina, experiencia, intransigencia, fidelidad y afiliación revolucionaria. Lo recordamos como un ejemplo a seguir por su destacada actividad profesional y revolucionaria".

Felipe Rodiles es uno de los cubanos que ayudó con su talento y entrega a fundar el sistema de salud que tantos elogios ha recibido. Fue, y es, un ejemplo de conjunción de profesional, revolucionario y padre de familia que merece estar en el recuerdo de quienes a puro corazón, a veces eficazmente remendado, siguen construyendo un proyecto social que los trasciende.

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