Profesor Enrique Gurfinkel

1376041w288-16Con el deceso del Doctor Gurfinkel:

Argentina perdió un gran entusiasta y un trabajador incansable 

Por Paquita Armas Fonseca

 

La muerte siempre es un puñetazo en el mentón. En ese instante en el que se deje de respirar, la vida se rinde. Pero de todas formas existen distintos tipos de muertes: las esperadas y lógicas por la edad, las que son el fin de una larga y angustiante enfermedad, y las súbitas.

Para las personas allegadas cualquier deceso es doloroso, aunque si la agonía ha sido un  tortuoso camino tal vez deseen el descanso del ser querido. Quizás así sucedió con la familia del doctor Enrique Gurfinkel, el médico argentino que con sólo 53 años había desarrollado una historia profesional digna de admiración y murió el dos de mayo último de un carcinoma pulmonar que acabó con su existencia en poco tiempo.

El Dr. Gurfinkel contribuyó al desarrollo de la cardiología en su país y en el resto del mundo, y cuando cosechaba su cultivo por años, le llegó el final.

El reconocido Dr. Valentín Fuster (Mount Sinai Medical Center, Nueva York), declaró sobre la muerte del Dr. Gurfinkel “Esta será una sentida pérdida para la comunidad internacional de cardiólogos .Fue muy buen amigo de todos los cardiólogos, no sólo de Latinoamérica, sino también de cardiólogos europeos y no europeos. Era una persona agradable con la cual colaborar: eficiente, rápido, responsable. Esta es una verdadera pérdida".

A su vez, el Dr. Juan Viles-González (Mount Sinai School of Medicine, New York, NY), compañero en la carrera de medicina, dijo de su coterráneo "Fue un mentor, un gran maestro y un excelente amigo. Lo extrañaremos profundamente".

El Dr. Gurfinkel estudió en la Universidad de Buenos Aires, UBA; se graduó en 1982 y en ese mismo centro de educación superior se doctoró en 1995. Su trabajo asistencial lo inició en el Hospital Fernández. Pero en 1992 pasó a ser primer jefe de Unidad Coronaria en el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro, recién inaugurado.

En el 2008 devino jefe de Cardiología del Hospital Universitario de esa entidad y director académico de su Departamento de Ciencias Cardiovasculares.

Junto a esa excelente hoja de servicios como responsable de diferentes áreas de salud, Gurfinkel desplegó una intensa y extensa carrera como investigador. Demostró, por ejemplo, que  la crisis que azotó a Argentina entre 1999 y 2002 “causó 20.000 muertes cardíacas y 10.000 infartos no fatales en personas de entre 45 y 55 años, sin síntomas previos, lo que derivó en el análisis de la ubicación de placas sanguíneas ateroscleróticas y de aneurismas en personas aparentemente sanas.”

Fue el único cardiólogo de América Latina que participó en el 2003 en  encontrar una nueva definición de infarto.  Para los debates  fue convocado por la Sociedad Europea de Cardiología, el Colegio Americano de Cardiología y la Asociación Americana del Corazón, grupos que trabajaron en unión a la Organización Mundial de la Salud y la Federación Mundial de Cardiología. El objetivo era lograr un consenso internacional acerca de cuándo diagnosticar infarto, a partir de nuevas pruebas insertas en el desarrollo de la ciencia.

Más recientemente Gurfinkel  intervino en un abarcador estudio que forma parte del Registro Global de Síndromes Coronarios Agudos (GRACE en sus siglas en inglés), que ha recogido datos de 44.372 pacientes tratados en 113 hospitales en 14 países.

Despachos de prensa afirmaron que “las muertes por ataques cardíacos disminuyeron de 8,4% a 4,5% entre 1999 y 2006.”

Ante tales hechos el reconocido medico argentino declaró "Son muy buenas noticias porque es un reflejo de la mejor calidad de atención médica y la mejor aplicación de los medicamentos y las terapias a los pacientes".

Y agregó: “Lo importante de este estudio es que muestra por primera vez que, contrariamente a lo que podría pensarse, los beneficios no se registran inmediatamente, sino que hay que aguardar más o menos cinco años para que los avances terapéuticos se hagan efectivos en la práctica diaria. En la medicina, desde que aparece algo hasta que se difunde, el profesional tarda ese tiempo en adquirirlo, entenderlo y aplicarlo adecuadamente.”

Investigador principal o asociado en más de 30 estudios internacionales y numerosos locales, El Dr. Gurfinkel publicó 70 estudios en revisas internacionales; impartió como conferencista más de 100 cursos en el país y en el extranjero. Fue un miembro activo del comité editorial de Nature Clinical Practice y de la revista de la Federación Argentina de Cardiología. Publicó dos libros como autor y colaboró en otros 18.

Deja una familia a la que veneró, siempre un día de la semana lo dedicaba a sus hijos adolescentes, Natasha y Martín. También deja buenos amigos y una historia de vida para imitar por su actitud altruista y desinteresada, tanto que consciente de que estaba cercano a la muerte pidió que   no le enviaran arreglos florales y esos dineros lo donaran a la Fundación Favaloro.

Su colega Oscar Méndiz declaró a la prensa "Fue un referente, uno de los cardiólogos más importantes del país.”

“Estamos consternados", dijo Méndiz, que desde hace dos décadas trabajaba  junto a  Gurfinkel en la Unidad Coronaria de la Fundación Favaloro."Quique trabajaba sin descanso: iba tanto al gran congreso internacional del Colegio Norteamericano de Cardiología como respondía a una invitación a dar una clase en un pueblo, abundó Méndiz. Planteó ideas innovadoras, que hoy forman parte del uso diario de la medicina. Manteníamos grandes discusiones: nos gustaba azuzarnos uno al otro cuando teníamos puntos de vista diferentes sobre algún tema, y como resultado todos aprendíamos mucho. Para nosotros, es un golpe muy duro."

Como buen argentino Gurfinkel era fanático del futbol, su equipo era el Independiente, pero también fue maratonista, aficionado al saxo y amante de jazz… no del tango.  Para el Dr. Méndiz, Argentina ha perdido “sobre todas las cosas, un gran entusiasta y un trabajador incansable."

"Sabía que tenía una enfermedad mortal –contó Méndiz-  pero se resistía a entregarse: vio pacientes hasta el jueves pasado. Sólo la última noche le dijo al especialista que lo trataba: “Sé que no llego a mañana; gracias por todo”.

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