Profesor J. Willis HURST

cid_image003_jpg01cc83d1La partida de otro gigante

Por A. M. Santos

El pasado fin de semana, justo tras cumplir sus 91 años de vida, se nos marchaba el profesor J. Willis Hurst, eminente cardiólogo clínico, académico, investigador y autor prolífico. Sin dudas, otra triste despedida de alguien que durante mucho tiempo ha sido un ícono para generaciones de cardiólogos de las más diversas latitudes y contextos.


Había nacido el 21 de octubre del ya lejano 1920, en Cooper, KY. Durante su impresionante carrera, escribió más de 400 artículos y fue autor o editor de unos 60 libros, de los cuáles el más conocido es “El Corazón” (The Heart), una obra inmensa que todos recordamos con admiración rayana en lo devocional. También en los 90 redactó junto a su nieto, un libro para niños titulado “The Heart: The Kids’ Question and Answer Book”, así como una novela, escrita a 4 manos con su hijo Phil Hurst y publicada en el 2000. También formó parte del equipo editorial de nada más y nada menos que 21 revistas, fungió como presidente de la American Heart Association y de la Association of Professors of Medicine, además de contribuir con el National Heart, Lung, and Blood Institute y haber sido miembro de la President’s Commission on Heart Disease, Cancer, and Stroke.


Pero según cuentan sus cercanos, uno de sus mayores placeres y orgullos, era la enseñanza, actividad por la cual fue merecedor de numerosas distinciones, entre las que destacan el Master Teacher of the American College of Cardiology (1974), el Gold Heart of the American Heart Association (1974), y el Master of the American College of Physicians (1978). Resulta que al terminar en 1948 su internado y residencia en el University Hospital de Augusta, GA, comenzó un fellowship en el Massachusetts General Hospital de Boston, MA, bajo las órdenes de ese otro gigante: el Dr. Paul Dudley White. Desde allí, nacería la vocación por la enseñanza que le acompañaría el resto de su vida. En 1950, Hurst inicia su carrera como docente en la Emory University y apenas 7 años después fue nombrado jefe del departamento de medicina, posición que retuvo durante los siguientes 30 años.


Nunca podré olvidar aquel día en el que, siendo aún estudiante de medicina, compré “El Corazón”. Era la cuarta edición de un texto que Hurst coeditaba con R. Bruce Logue, Robert C. Schlant y Nanette Kass Wenger. Como valor añadido, figuraban las imágenes de las famosas obras murales de Diego Rivera en el Instituto Nacional de Cardiología de México, tituladas «Historia de las enseñanzas cardiológicas». El libro, 4 pesados volúmenes que aún conservo con cariño y releo con deleite, en aquel momento era para mí tan incomprensible como fascinante. Y es que tenía algo especial, algo que le distinguía entre el grueso de las obras médicas: encabezaba cada capítulo con un pequeño trozo de historia encerrado en el pensamiento y las enseñanzas de algunos de aquellos grandes hombres del pasado que han cincelado la medicina (y por inclusión a la cardiología), convirtiéndola en la ciencia que es hoy.


Escrito ya en plena era de las tecnologías biomédicas (de la que la cardiología ha sido siempre centro) aquel tratado insistía constantemente en el valor de eso que llamamos «método clínico»: lo esencial de un buen interrogatorio y de saber escuchar al paciente, lo importante de examinarle minuciosamente para solo entonces, integrar toda la información obtenida con los resultados de la evaluación paraclínica y llegar a conclusiones. Si, aquel libro era muy especial y forjaría mi vocación, en fin, me cambiaría la vida como tambien lo hizo con tantos otros.


Lo último que pude leer de él, también resulta un texto excelente: se trata de un artículo publicado en The American Journal of Cardiology. 2008 May 15;101(10):1513-7. 2008 Mar 17 que se titula: «Cognitive Errors (Can They Be Prevented?)». El tema central de este trabajo es la factibilidad de disminuir los errores médicos. Un ensayo que rezuma el oficio y la sabiduría de alguien dedicado durante sus casi seis décadas de ejercicio profesional a la cabecera del paciente y en observación cuidadosa de los hábitos y el comportamiento de los estudiantes de medicina, ayudantes domiciliarios y los médicos practicantes. El artículo en cuestión no tiene desperdicio y se los recomiendo a todos.


En fín, confieso que la noticia de su deceso me ha tomado por sorpresa y me ha entristecido, otro gigante se nos marcha, dejándonos el reto de erguirnos sobre su legado para intentar “rozar el cielo”. Y mientras escribo esto, poso mi mano en la cubierta de su principal libro, aquí a mi lado, ese con el que tantos, más que de cardiología, hemos aprendido como SER MÉDICOS.


Fuente: http://medicablogs.diariomedico.com/santos


Distribuir contenido