Profesor Felipe Alberto Cárdenas González

untitledUn hombre consciente del camino que siguió

Por Paquita Armas Fonseca

Por alguna razón desconocida para la familia,  cuando Felipe Alberto Cárdenas González nació, su abuela le empezó a decir Fiti, y así se quedó hasta hoy cuando se habla como uno de los fundadores de la cirugía cardiovascular pediátrica de Cuba. Corría entonces el año 1935 y vivía en Banes, lugar donde apreció la desigualdad en un día de Reyes Magos. Quizás en ese mismo instante se trazó su destino que lo hizo ser un  combativo dirigente estudiantil y luego un soldado del ejército rebelde.

Pero ya Fiti tenía marcada su vocación: quería ser cirujano. Lo fue, también ha impartido más de treinta cursos, ha recibido múltiples  postgrados, participado de diversas investigaciones, publicado en Cuba y en el extranjero, además de merecer numerosas condecoraciones por una biografía llena de luchas en su país y en otros: medallas de combatientes en distintos grados  y distinciones.

Como un blasón lleva el diploma de reconocimiento por la entrega incondicional en el surgimiento y desarrollo de la cirugía cardiovascular cubana, otorgado en ocasión del Aniversario 25 de los Cardiocentros William Soler, Saturnino Lora y Ernesto Che Guevara. Octubre 2011.

-Usted nació en Banes. ¿Ha vuelto allá luego de mayor?

-Nací en Banes, pero salí de mi pueblo a la edad de 9 años y, aunque lo he visitado en varias ocasiones y siempre lo recuerdo con gran cariño, el desarrollo de mi vida ha sido en La Habana.

-¿Por qué se enroló en acciones revolucionarias durante los años 50?

- Le diré algo  que pocas veces he relatado: cuando tenía unos 5 o 6 años, un Día de Reyes estaba jugando en el portal de mi casa en Banes con los juguetes que supuestamente me habían traído los Reyes Magos, y en eso me percaté de que había dos niños que a través de los balaustres del portal me miraban con las caras de la inocencia que caracteriza a los infantes y con unos deseos enormes de poder tener juguetes. Entonces, le pregunté a mi manejadora por qué aquellos niños no tenían juguetes, y me respondió que era porque se habían portado mal. Yo creo que esa fue la primera señal que más tarde me hizo comprender que había una gran injusticia social. Poco a poco fui tomando conciencia de la necesidad de hacer cambios en el mundo en el que vivíamos. A los 12 años ingresé en el Instituto de Marianao a estudiar bachillerato y siempre en el medio estudiantil existía un ambiente de renovación, reflejo del sentir de la juventud. A los 15 me incorporé a la Juventud Ortodoxa ante el llamado en aquella época de la necesidad de un cambio social. El 10 de marzo de 1952, con el golpe de estado del tirano Batista, cambió por completo mi vida al iniciarme en el largo camino de la lucha contra la tiranía y desde un principio hice conciencia de que la única vía para acabar con esa etapa sombría de nuestra patria era la lucha armada.

-¿Qué lo llevó a dejar la carrera militar que le ofrecía, al parecer, un futuro brillante?

Siempre pensé que si veíamos el fin de la tiranía volvería a la Universidad a terminar mi carrera de Medicina, interrumpida en el 3er año.

-¿Y como nace su interés por la medicina? ¿Acaso una influencia familiar o amistosa?

Mi vocación por la Medicina nació por varios factores, tal vez entre ellos la influencia familiar pues mi padre era estomatólogo y mis tíos médicos. Pero lo cierto fue que desde el segundo año de Bachillerato yo decidí ser médico y especializarme en cirugía. Esto quizás fue lo que me llevó a dejar la carrera militar y además yo consideraba que no era lo suficientemente disciplinado para llevar una vida que debía estar regida por una disciplina rigurosa. Sin embargo, esto no impidió que desde los primeros días del triunfo de la Revolución  estuviera presente en cada hecho que necesitara de mi presencia con las armas en la mano para defender el proceso revolucionario.

- A propósito desde cuando le dicen Fiti Cárdenas ¿Por qué ese nombre?

Mi sobre nombre de Fiti me lo puso mi abuela materna y creo fue un invento de ella, pues no conozco a ningún otro Fiti.

-Usted desandó por distintas especialidades incluso dentro de la cirugía general ¿Por qué no clavó anclas en alguna de ellas?

Cuando terminé la especialidad de cirugía general, mi profesor me planteó la necesidad de que fuera a colaborar con el Profesor Guillermo Hernández Amador para el desarrollo de la cirugía pediátrica en el país. Al principio en mi fuero interno se estableció una lucha pues siempre he sentido un gran cariño por los niños y me preocupaba que se me hiciera difícil abordarlos como pacientes. Pero llegué a la conclusión que podía poner un granito de arena en el desarrollo de una especialidad que daría una oportunidad a salvar muchos menores y garantizarles una vida mejor. Con esta decisión pude entrar en un mundo que me absorbió por completo. En aquel momento -1969- el Servicio de Cirugía Pediátrica del Hospital William Soler tenía que hacerle frente a muchas de las subespecialidades que todavía no tenían el desarrollo que alcanzaron después. Bajo la sabia orientación del Profesor Hernández Amador, que tenía una gran habilidad y conocimiento de la cirugía junto con una excepcional condición humana, pude incursionar en diferentes subespecialidades quirúrgicas, entre ellas la cirugía cardiovascular. En aquellos momentos lo que podíamos hacer era la llamada cirugía cardiovascular cerrada, pues no teníamos las condiciones necesarias para hacerla a corazón abierto. Es en esta etapa  que comenzó mi vínculo con la cirugía cardiovascular.
Entre los años 1981 y 1982 el Profesor Noel González le planteó a la Dirección de la Revolución la necesidad de crear un centro especializado en cirugía cardiovascular pediátrica adjunto al Hospital Pediátrico William Soler.  En esa etapa del desarrollo de la salud pública en Cuba los accidentes y las malformaciones congénitas tenían un peso específico grande en la mortalidad infantil.

-¿Le gustan los niños? ¿Cómo son de pacientes?

Los adoro. Cuando ellos expresan su cariño, es un sentimiento sincero, pues si no lo sienten no lo expresan. Como decía José Martí, “los niños son los que saben querer”.  Y como pacientes son excepcionales.

-¿Recuerda la primera vez que operó el corazón de un niño? ¿Cuál fue el resultado?

Fue un paciente que tenía Tetralogía de Fallot, que  estaba haciendo crisis de hipoxia y le practicamos una fístula clásica de Blalock-Taussig, como es de suponer con la ayuda del Profesor Hernández Amador y de un gran anestesiólogo pediatra, el Profesor Israel Pérez.

-¿Cuánto se ha desarrollado la cirugía cardiovascular pediátrica en Cuba si la compara con otros países de América Latina?

La cirugía cardiovascular pediátrica a corazón abierto se realizaba en el Instituto de Cardiología desde la década del 70, pero a partir de 1986 se dio un salto de calidad en esta especialidad con la inauguración del Cardiocentro Pediátrico William Soler que contó con la ayuda inestimable del grupo que hacía esta especialidad en el Instituto de Cardiología y que pasó a trabajar en el Cardiocentro.  Creo que a pesar de las dificultades que sufrimos a partir del inicio del Periodo Especial, esta especialidad ha tenido un gran desarrollo en nuestro país y se puede comparar con otros países de América Latina, pero lo más importante es que en Cuba se cubre todo el país mediante la red cardiopediátrica nacional que llega hasta el último rincón de nuestra geografía, a diferencia de lo que ocurre en países donde por el elevado costo de esta cirugía le está vedado el acceso a pacientes de bajos ingresos. Al respecto hay que agregar que hemos prestado nuestra colaboración solidaria a más de 350 pacientes de otros países.

-¿Existe relevo para médicos con su especialidad?

En el inicio del Periodo Especial éramos siete cirujanos y en un momento sólo quedamos dos, pero en la actualidad tenemos un grupo de cirujanos jóvenes muy bien preparados que pueden garantizar el desarrollo de la especialidad en el país.

-¿En que se diferencia operar el corazón de un adulto y de un niño?

Hay diferencia entre operar un adulto y un niño. Yo no tengo experiencia en la cirugía cardiovascular de adultos, pero en la pediátrica se dan diferentes variantes dentro de una misma patología.

-¿Cómo sueña que sea la cirugía cardiovascular pediátrica en el futuro?

La ciencia está en constante desarrollo y cada día gana más espacio la cirugía por mínimo acceso, que pudiera llegar a ser en un futuro el modo de abordar un grupo grande de estas patologías.

-Algún aspecto que yo no haya preguntado y Usted desee agregar…

-Para terminar le voy a contar un pasaje de mi vida que creo me confirmó que el camino junto a la Revolución era el correcto.  Al terminar mi carrera me asignaron la tarea de ejercer como médico en un hospital rural recién inaugurado en San Fernando, en el Realengo 18. En aquella etapa del desarrollo de la salud pública teníamos que abordar cualquier especialidad y también comenzábamos la campaña de vacunación, para lo cual contábamos con la ayuda de los maestros voluntarios que nos organizaban la población infantil para ir los sábados a vacunarlos. Una vez fui con un equipo a un lugar que me tomó no menos de dos horas por esos lomeríos para llegar al punto escogido para la vacunación. Yo en aquellos tiempos caminaba bastante.  Un tiempo después me trajeron al hospital un niño con una gastroenteritis y deshidratado, al cual le impuse tratamiento, y se recuperó en varios días. Yo veía que el padre del niño venía a pie todos los días a preguntarme por su hijo. Un día se me ocurrió preguntarle dónde él vivía y me respondió que en el lugar donde yo había estado vacunando tres o cuatro semanas antes. Le dije que no se preocupara, que el niño estaba evolucionando bien y que en un par de días le daría de alta, así que no era necesario que viniera de tan lejos a pie. Y entonces me respondió “Ay, doctor, lo que sucede es que antes de que hubiera aquí un hospital a mí se me murieron cuatro  hijos de la misma enfermedad”. Ese día tomé plena conciencia del camino que había escogido.

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